Todo por amor (L)

Cuando era joven, Vladimir Kirov tenía una novia, Mila, que lo era todo para el, tanto como el lo era todo para ella. Su relación duró mucho, y a pesar de todos los obstáculos, siempre salieron adelante y parecía que nada podía vencer su amor.
Pero un día, por esas sorpresas que te da la vida, tuvieron que separarse: la familia de Vladimir tuvo que mudarse a una ciudad muy alejada al norte de Rusia, por motivos laborales del padre.
La despedida fue muy triste, pero ellos nunca dejaron de sentir lo mismo el uno por el otro.

Las semanas pasaron, y no había un día que no hablaran por teléfono, que no se digan lo mucho que se extrañaban, que no se digan lo mucho que se amaban.
Los meses pasaron, y a pesar de que sus sentimientos no habían cambiado en lo más mínimo, decidieron disminuir su contacto, y llamarse una vez por semana, porque sino era mucho sufrimiento, y lo mejor era tratar de aceptar las cosas como eran, y seguir cada uno con sus vidas.

Fue hace muchos años cuando Vladimir habló por última vez con Mila. Cada uno había seguido con su vida, como habían acordado, pero el siempre se acordaba de ella, nunca la pudo superar completamente, aunque se acostumbró.

Pero un día, yendo a su trabajo en el mismo colectivo que tomaba todos los días, Vladimir recibió una llamada a su celular. Era un viejo amigo, que lo llamó urgente para que haga algo para impedir el casamiento de Mila.

Obviamente, Vladimir no entendió nada al instante… “¿casamiento? ¿Mila?”

El amigo le explicó que ella lo había querido contactar a Vladimir en los últimos meses, pero no tuvo éxito, entonces lo contactó a el, y le suplicó que se pusiera en contacto con Vladimir.

El amigo le comentó que ella todavía lo amaba… que no había tiempo para explicaciones, que si las cosas salían bien, ella se lo iba a explicar a el. El casamiento era en 20 minutos, y se realizaba en un pueblo que quedaba a 12 kilómetros al sur.

Vladimir tenía que actuar rápido, y no tenía tiempo ni para pensar.

Hizo la primera locura que se le vino a la mente: como el no disponía de auto propio, decidió utilizar el mismo transporte en el que estaba siendo trasladado para su trabajo.

Primero Vladimir probó sobornar al conductor con mucho dinero para que se salga de su rumbo… por mucho. No cedió…

Tenía 15 minutos hasta que empiece la ceremonia…

Vladimir no era una persona violenta, pero tendría que pretender serlo en esta situación… recordó que tenía una pistola guardada en su maletín, que siempre tenía por si alguna vez lo querían robar. “Situaciones desesperadas, medidas desesperadas”.

Con su mejor cara de póker, saca el arma y obliga al conductor a desviarse de su curso. Por suerte no había muchas personas arriba del colectivo, porque las cosas se hubieran complicado.
Una vez en la ruta, Vladimir forzó al conductor a llevar el colectivo a máxima velocidad. Solo le quedaban 8 minutos para que comience la ceremonia, y tenía 10 kilómetros adelante. Confiaba que si no había percances, llegaría justo.

Y así fue: habían pasado por poco los 8 minutos cuando llegaron a la capilla.

Vladimir bajó del colectivo y entró a la capilla… estaban el novio y la novia, frente al cura, que justamente decía “Si alguien se opone, que hable ahora o calle para siempre”.

Vladimir hizo lo que tenía que hacer, y las cosas terminaron como tenían que terminar. Obviamente estuvo detenido unos días en la cárcel por “tomar prestado” un transporte público, pero gracias a un buen abogado, no fue más allá de eso.

El día de la boda, Mila y el se escaparon juntos. Volvieron a la ciudad donde vivía Vladimir para arreglar el asunto del colectivo, y después de un mes, los 2 se volvieron a su ciudad natal, donde muchos años atrás habían sido felices.

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