Sección destinada a la publicación de los textos argumentativos.

Refulgente madrugada.

Me pasa algo muy extraño. Siempre fui de tener un sueño profundo y contundente,pero
en estos últimos tiempos estoy pasando por una clase de “escasez”. En realidad el sueño no falta, pero si las ganas de dormir, o viceversa, no sé. El tema es que no puedo dormir, y si lo logro, nunca por más de tres horas seguidas. Mi cuerpo tomó esta costumbre una semana atrás. Tengo la teoría de que mi insomnio es un síntoma encubierto, por eso las primeras dos noches me quise auto-analizar. Obviamente, esto no ayudo en nada, al contrario, más tiempo distrayéndome de la necesaria tarea de descansar. La tercer noche armé un rompecabezas, de esos grandes. La cuarta limpie, y hasta lavé el piso de la cocina. La quinta noche pareció de verano, lo que me tentó a salir. Salir a las tres de la mañana un día de semana, era claramente sinónimo de salir al balcón.
Salí al balcón mientras comía un pedazo de pizza, sobra de la cena. Y ahí delante de mis ojos encontré un nuevo pasatiempo, que no me requería más que la imaginación, y mi innata tendencia al delirio.
Tengo un edificio en frente, veo las ventanas, y veo el interior de estas. Nunca antes me había distraído con estos pequeños espacios individuales, hasta esta noche. Las observe, y todas me devolvieron algo concreto y tranquilizador para mi mente, algo simple. Cuartos con la luz apagada, una chica leyendo sentada en un sillón, una pareja mayor delante de un televisor. Nada que me dispara la imaginación, o que me encendiera la locura.
Nada, hasta la ventana del medio del séptimo piso. La cortina de un color rojizo entrecerrada, dejaba un espacio donde se colaba una luz. Imaginé por incontables minutos que era lo que podía haber allí. La luz, para mi, delata una actividad. ¿Un hombre, una mujer? ¿Una persona, dos, tres? Mi protagonista podía estar pasando una velada más que agradable, que se había extendido de manera inesperada o de forma prevista hasta esas horas. Probablemente estaba con alguien, gozaba de una compañía, más que seguro elegía no dormir.
Aunque, esta persona podía no dormir por elección, también podía dejar de hacerlo por obligación. A lo mejor tenía que estar despierta, quizás velaba por alguien. No se podía negar una posibilidad de tristeza detrás de ese velo de color. Podía haber una mente que se estaba torturando, o que estaba siendo violada por fuerzas angustiantes, podía haber dolor, opresión, sometimiento. Había en frente mio alguien que posiblemente necesitara algo, alguien que deambulara por su espacio cotidiano buscando una respuesta, o intentando ingeniar una forma de escapar del día siguiente. Comencé a desesperar de imaginar esta soledad a metros míos. Sentí un impulso, no me podía quedar con ese estado de incertidumbre, no podía abandonar a mi vecino, a ese que estaba tan próximo a mí. Tenia que hacer algo, era una incoherencia, pero algo tan necesario no podía ser tan loco. Así que busque mis zapatillas y mis llaves, y bajé.

Dulce agonía

El cáos en el país aumentaba, la desesperación, agonía, incertidumbre se apropiaban de cada uno de los ciudadanos que poco entendían la verdad de la cuestión. La Gripe “A” la enfermedad que nos tocaba a todos, sin ningun tipo de excepcion.

Hoy me senté a mirar tan solo un instante a mi alrededor, sin observar mi ombligo , mi estado, mi todo; noté que necesitabamos explicaciones, una salvación, un remedio mágico que destruyera esta pandemia. Nos estaba afectando, el miedo entraba en nuestras mentes, los niños y estudiantes sin ir al colegio, sin la libertad de realizar sus actividades. Adultos preocupados por sus familias, hospitales colapsados de supuestos, otros probables enfermos. Los medios de comunicación transmitían mucha mas paranóia, unos pocos eran lo que brindaban realmente su servicio: el de infromar, dar recaudos, precauciones.

Necesitaba entender, debía redactar sobre una situacion que era mas que actual y de interés, pero era muy arriesgado cumplir con mi deber en ese preciso momento.El director de redacción , me encargó un trabajo de investigación sobre la Educación Argentina y la Gripe “A”.

Comenzé a abrir mi mente, buscar otros campos, recorer colegios, universidades. Necesitaba mirar, no solamente ver. Acordé una cita con uno de los directivos del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe; pese a la situación que invadía a la institución, aceptó la entrevista con gusto.

Debía entender la situación, debía realmente conocer la verdad, el sabor de esta enfermedad, cuál era su fin, que era lo que ocasionaba en todos, saber la Gripe “A” para dar mi testimonio. Pensé hasta en lograr todos los medios para adquirirla, y así ser partícipe de su estado. Era algo ilógico por cierto pero no era mala idea intentarlo.

Los dias posteriores al acuerdo de la cita, los aproveché para invsigar, interiorizarme, sorprenderme con cada cambio radical que se realizaba en nuestra nación. La enfermedad acechaba cada vez mas, se tomaban aún mas medidas, se comenzaban a dar licencias a embaarazadas e inmunodeprimido, el distanciamiento social se hacia cada vez mas cotidiano, las muertes por la influenza A ubicaban al país en tercer ligar mundial. El alcohol en gel ezcaseaba en todos los locales, y “yo” en mi mundo interior, aguardando la entrevista.

El día llegó, acompañado de una alarmante noticia, la cuál descubrí cuando hacia mi rutina habitual de leer los diarios virtuales en mi pc. La intención de querer retrasar las clases al 3 de Agosto ya era un hecho, eso cambió mis planes, debí revisar nuevamente mis posibles preguntas. Me dirigí al colegio pactado, la secretaria anunció mi llegada y la Directora Susana Tropea salió a mi encuentro.

El encuentro fue muy placentero, quité muchas de las dudas que me invadían, intenté ser muy explícito en las preguntas y en la información que deseaba transmitir. Hasta que descubrí y conocí cuál era esta enfermedad, que medidas debíamos tomar, y me tranquilizé aún mas cuando supe que por parte de los Ministerios de Salud y Educación la situación estaba controlada, a travéz de un trabajo conjunto de ambos. El encuentro me hizo recuperar la paz que reinaba en mí , aquella que había perdido gracias a to mi alrededor, a mis compañeros de facultad, mis maigos,mi familia, a los periodistas, al tele, la radio, o simplemente gracias a todas nuestras erradas opiniones sobre la influenza.

Reflexioné mucho hasta que conocí, que no hay tal crisis, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Cualquier opinión, penamiento erróneo de cualquier persona, cualquier comentario de algun periodista, no reflejaba la noción de realidad que era la correcta. Comprendí porque los expertos, los médicos, los licenciados, nuestros gobernantes debían trabajar por nosotros, saber hacer su deber en estas situaciones en las que Todos hablan, Todos opinan, Todos somos médicos, Todos sabemos ejercer, Todos damos posibles recetas, posibles remedios, posibles curas.

A pesar del barullo, de las calles desbordadas de ruidos de celulares, de bocinas de autos, del torno eléctrico que estaban usando en la construcción de al lado de mi casa. Volví a mi hogar, a mi escondite, a esa guarida , y decidí crear. Gracias a esa entrevista, a ese informarme mas, revisando libros, preguntando a médicos, capacitandome aún mas sobre el tema, no volví a tener miedo.

Después de entonces no volví a tener ese sentimiento de miedo a esa Gripe contagiosa, ya sabía, ya entendía, me era mucho mejor ver con objetividad el hecho que hay otras enfermedades que matan a mas gente. Ya había entendido algo, de ese alrededor, ahora debía sentrarme en mi mismo.

La duda.

Nuevamente la luz iluminaba su cara , nuevamente se escendía y abría paso a una nueva noche de insomio que sería difícil de de superar. Hacía ya mas de un mes que la misma locura se apropiaba de su cuerpo. Esa luz tan indiferente, ese simple velador que formaba parte de una decoración medieval tan intrigante.

Nuevamente me dignaba a observar el comportamiento de ese loco. Mi meta no estaba fijada, lo que haría sería observar, como era mi costumbre. No se si sería parte de una nueva inspección, investigación, o de un nuevo caso que necesitaba resolver, pero el comportamiento de ese personaje era tan extraño.

Tomé mi píldora sagrada , la filmadora, con la que grababa todas las acciones nocturnas y el telescopio que me permitía apreciar sus movimientos, gestos, con suma presición. Comenzaba mi rutina de todos los días, me disPonía a instalarme en el balcón para empezar a observar la función que estaba por empezar.

Él se demostraba tranquilo, ido, fuera de sí, ya acostado en su casa, decidido a descansar a pesar de saber que la noche que le esperaba sería larga y complicada. La misma escena se repetía una y otra vez, cada noche. Era constante, ¿se trataba de un juego, era la paranoía misma, o tan solo el placer de observar algo interesante, fantasgórico, o era su locura la que lo invadía en su plácido descanso.?

Y así, lentamente iba aumentando su agonía, la cual para mi era una aventura mas, esa rutina de siempre. El velador se escendía, su silueta se resflejaba en la ventana y allí comenzaba a caminar por las distintas habitaciones, a recorrer esos interminables pasillos del piso 6 del dpto. En la cocina, se distinguía el reloj, siempre la misma hora, el mismo lugar, en el mismo instante todos los días, era algo inexplicable; pero sucedía. Tan solo un pequeño instante que culminaba cuando recobraba el sueño, tomaba unas píldoras, y se conciliaba con el deseo y las ganas de dormir..

Era algo ilógico, algo irreal, poducto de la psicósis de este extraño personaje, era algo incierto, pero siempre sucedía lo mismo, como si la misma película se revobinara y volviera a repetirse, volviera a revivir la escena cientas de veces.

Pero esa noche, sería especial, algo ocurriría, el jóven, ese día no respondió a mis deseos, a pesar de que el hecho ya había ocurrido, impidió que volviese a suceder. Mi bronca y descontento me mostraron furioso, él tan solo con una pastilla tranquilizante, había logrado tener un descanso placentero , algo que yo en años no pude concebir. Mientras necesitaba de su desesperación , su locura, él descansaba de sus horarios del laburo, de su tan agotador día laboral. Y yo tan solo allí, sin saber que hacer, sin saber a quien observar, tan lleno de impotencia, furia, tiré esas píldoras viciosas, las únicas culpables de mi paranoía.

Desde ese preciso momento, no logro conciliar el sueño, mi tan sagrado descanso; sino que al contrario, me despierto cada madrugada, con esa luz que me encandila los ojos, recorro desesperado mi departamento, miro el reloj del living y en él , siempre la misma hora, siempre el mismo momento, en el reloj del microondas, siempre la misma hora, siempre el mismo momento, siempre el mismo lugar.

Y pienso tan solo en esas píldoras viciosas que no me dejan en paz, tendré que cambiarlas por una dosis mas.

Lunes de imsomnia

Noche de insomnio, una más de tantas otras. Treinta grados de calor… en octubre, este verano va a ser fatal. Me veo al espejo y tengo los ojos hinchados de no poder dormir. Me preparo un poco de leche tibia, receta antigua para tener dulces sueños. Veamos que hay en la televisión… nada productivo, ni entretenido, como de costumbre; mejor me asomo a mi balcón. ¡Qué hermosa es París de noche! Llena de amor y esperanza.
Veo que no soy la única con insomnio, en el edificio de en frente, se ven varias ventanas iluminadas; la que más me llama la atención es la de los sillones rojos. ¡Me gustaría tener unos así! Seguro que vive una pareja joven o alguna muchacha soltera, está todo demasiado pulcro y prolijo. Ahí se asoma una persona… es una chica… no, un chico. No, es una chica con pelo corto, se sienta a leer algo… me da la sensación que es una revista de modas. Ahora llega un muchacho, le da un tierno beso en los labios y desaparece de la escena, dejando un maletín al lado de la chica. Ella se lo revisa y, de repente, queda inmóvil, hasta que, cuando él regresa, comienza la verdadera guerra mundial. Ademanes con las manos, gestos con las caras, parece que a ella le va a explotar la cara en cualquier momento. Ella desaparece. Ahora vuelve con una pila de ropa. No va a hacer lo que pienso que… ya lo hizo. Una lluvia textil envuelve la vereda de enfrente y los vecinos que estaban con insomnio, al igual que yo, se asoman a sus ventanas para admirar la pintoresca escena multicolor. Él sale del departamento. Se ve cómo ella cierra la puerta; la traba  de cien maneras diferentes  y se larga a llorar desconsoladamente encima del sofá. Creo que estaba equivocada con lo de “llena de amor y esperanza”.
Movamos la mirada a la ventana de abajo, parece que alguien llegó de una fiesta con un disfraz muy interesante de Batman, que simula estar atropellado por un bus. Otro más que se tira en el sillón a ver tele y se aburre de lo que hay, por lo que se asoma al balcón, pero a diferencia mía, el muchacho está devolviendo a la ciudad, todo el alcohol, y el resto de las pizzas, dips y verduras que ingirió durante el día. Creo que tenemos una París lluviosa esta noche. Hasta el momento, ningún vecino se dio cuenta; por suerte apagó todas las luces y creo que se fue a dormir. No quisiera estar en su cuerpo mañana.
¿Y el piso de abajo? Cinco jovencitas con parvas de apuntes y litros de café. A pesar de tener caras de preocupación, se las ve muy felices, como que están pasando un buen momento a pesar de los nervios. Me recuerda a mí en mis días de estudiante junto a las chicas. ¡Qué épocas! Querer dormir y no poder… como ahora… Insomnio desgraciado, a ver si con leche tibia te vas a dar vueltas por otra casa, ya no sos bienvenido en mi morada.
La chica del último departamento sigue llorando… grave, grave lo que le sucedió. Apaga todas las luces y se va a dormir. Instantes después se levanta, las vuelve a encender, se mira al espejo, va hacia la tele y la enciende también, no dura mucho que la apaga y sale al balcón a mirar hacia la calle, buscando un haz de amor y esperanza en la noche parisina junto a un vaso de leche. Está encontrando historias en nuevas ventanas y se sonríe cuando le gusta alguna y mira hacia otro lado cuando no… Ahhh… creo que esta leche me hizo buen efecto y mi insomnio se cruzó de vereda. Buenas noches.  

No era tan terrible

Sabía de la entrevista que tenía que hacer desde antes de que empezaran las vacaciones adelantadas por la gripe, pero mi mayor defecto es esperar inconscientemente al drama de hacer todo a último momento, siempre.
Se me había reventado la ilusión de hacerles la entrevista a los que practican Parkour en Rosario; ya había juntado los videos locales e internacionales y me había leído todos los artículos de la página. ¿Qué podía hacer? Me faltaban menos de una semana para entregar y no tenía una mínima idea de a quién podía entrevistar en tiempo récord, encima con la gripe, se habían cerrado casi todos los lugares de concurrencia pública. Esperando a mi musa inspiradora, de cabellera rubia y de manos lánguidas y amarillentas por el cigarrillo para que mágicamente, me diese una idea de un millón de dólares; me situé en mi computadora (como casi todos los días) para relajarme escuchando música. Fue así como llegué no sé por qué a Silvio Rodriguez y su Óleo de una mujer con sombrero, y con él, llega a mi mente el recuerdo de dos jóvenes trovadores que había escuchado una vez en un bar de las calles de Pichincha llamados Bivarietal; recordé que tocaban todos los jueves allí, así que decidí aventurarme a proponerles la entrevista.
Así fue que ese mismo jueves, después de disfrutar de las luces tenues, la suavidad de la música y unas buenas empanadas, me acerqué al escenario y con muchísima timidez me presenté y les comenté sobre la existencia de la posibilidad de pactar una entrevista; con mucha amabilidad aceptaron e intercambiamos mails para concretar una fecha. Esa noche descansé como nunca, por la tranquilidad que me daba el saber que mi trabajo no estaba perdido. Inmediatamente al otro día les envío un mail preguntándoles sobre el día en que  podíamos llegar a  fijar el encuentro y afortunadamente, horas más tarde contaba con la respuesta: dentro dos días, en la casa de uno de los chicos. El plazo estaba bárbaro, el problema fue que, además de no tener idea de qué preguntar, contaba con varios compromisos durante esos días que me lo acotaban aún más. Para no desperdiciar tiempo, rápidamente me embarqué en la búsqueda por Internet sobre ellos, tuve suerte de pescar por lo menos varias páginas, entre ellas, Facebook, que me solucionaron el problema del back-up.
Sin darme cuenta, me encontraba a minutos de la entrevista, a metros del lugar de encuentro y ¡Sin ninguna pregunta! Antes de cruzar la línea que separa la cordura de la locura, respiré profundo, abrí mi pequeño cuaderno de notas y me puse a pensar, qué es lo que a mis lectores ficticios les gustaría saber sobre ellos; eran “raros”, en el sentido de que hacen música que muchos no saben que existe, así que me aboqué a hacer una especie de radiografía del dúo. Delineé con mucha dificultad por el movimiento del colectivo, unas diez preguntas (sin dejar de lado a mis salvadoras W), pero no estaba segura de hacer un buen papel como entrevistadora, era la primera vez que me tocaba hacer una después de mucho tiempo de estar sin práctica. Los nervios se empezaron a sentir más y más fuertes y se apoderaron de mí; sentí un cosquilleo en el estómago, como el vértigo que uno siente cuando se sube a una montaña rusa, levanté la vista y me percaté que me estaba por pasar de la cuadra en que tenía que bajar. Atolondradamente, guardé de forma rápida todo en mi bolso, caminé ligeramente hacia el fondo del colectivo, me bajé en el centro de la ciudad y me había pasado dos cuadras. A pesar de ello, me sentía aliviada de haberme bajado casi bien, no quería tener otra desgraciada catástrofe como la de descender del bus en la salida de Rosario, cuando tenía poca experiencia en el transporte público. Revisé el reloj de mi teléfono celular y, como siempre, estaba perfectamente a tiempo (soy amante de la puntualidad), caminé hasta mi destino y con un suspiro, toqué timbre en el departamento que me habían indicado. Me anuncié y el portero con mucha amabilidad me abrió la puerta del edificio; mientras tanto, para mis adentros me trataba de serenar y me auto-obligaba a pensar en el mar de Brasil en verano, con la hermosa brisa de la playa y un atardecer que adormece hasta el más neurótico.
Al parecer había funcionado, ni cuenta me di que ya me encontraba en el piso al cual tenía que descender; antes siquiera de tocar el timbre del departamento, se abre la puerta con uno de los chicos detrás, Leandro, más al fondo estaba Diego. Nos saludamos como si fuésemos amigos,  eso me tranquilizó bastante aunque tenía muchísima vergüenza, siempre me pasa lo mismo cuando me siento observada, evaluada por otra persona. Luego nos dirigimos hacia el living-comedor, donde me esperaban  un termo y un mate ¡Vaya recibimiento! No me lo esperé en absoluto. Nos sentamos alrededor de la mesa rectangular de madera, saqué todas mis herramientas de entrevistadora, coloqué el cassette dentro del grabador y lo situé en el centro de la mesa,  para que se escuchasen todas las voces. Acto siguiente, realizamos la “prueba de sonido” para asegurarme que no hubiese ningún desperfecto técnico y no encontrarme con sorpresas cuando regresara a mi hogar. Una vez que terminamos con lo protocolar de la introducción previa a la entrevista, donde me preguntaron qué clase de preguntas les iba a realizar y me advirtieron sobre el poco tiempo con el que contaban ese día debido a sus estudios, arrancamos con la sesión.
Como todo entrevistado novato, los dos estaban muy nerviosos y, al principio les costó bastante soltar las palabras, como que la boca le pedía permiso al cerebro antes de hablar, fue bastante gracioso. Primero contaron sobre cómo fue que se conocieron y decidieron empezar a juntarse a “jugar” con la música: ambos tocaban la guitarra en la Escuela Provincial de Música y comenzaron a hacerse amigos entre los recreos. De repente, un día se proponen juntarse a guitarrear un poco, y a partir de ahí, sintieron una buena química y se lanzaron a hacer presentaciones juntos. El relato continuó con el primer lugar donde tocaron, que fue para un té desfile de un club del barrio Belgrano y cómo vivieron esa experiencia; luego siguieron con el estilo de música que hacían y por qué la denominaban trova latinoamericana, que es resultante del recorrido internacional que hacen de artistas trovadores: desde Fito Páez o Jorge Drexler, hasta Pablo Milanés o Silvio Rodriguez.
Recién comenzaron a hablar con más confianza, en el momento que relataron el por qué de su nombre Bivarietal, debido a la alquimia que representa la fusión de dos estilos diferentes, me pareció muy original y bien logrado; continuaron con cómo trabajan en equipo y realmente como tal, sin que ninguno le de órdenes al otro; y por último nombraron sus proyectos a corto y largo plazo, que son sus presentaciones semanales en un bar de Pichincha (con el que los contacté) y la posibilidad de presentarse en un festival de Villarrica, Paraguay, respectivamente. La mateada y la excelente predisposición de los chicos, habían creado un ambiente muy ameno, parecía una charla entre añejos amigos, tal es así que les propongo un ping-pong de preguntas rápidas con respuestas cortas, a modo de juego, como para poder entrever cómo es la personalidad de cada uno; en el cual participaron entusiasmadamente.
La entrevista finaliza, les agradezco por el tiempo brindado a esta novata entrevistadora y me dirijo de vuelta a mi hogar, donde tenía que batallar con el reloj para transcribir la entrevista  y terminar el trabajo para Redacción I. a tiempo. Y así fue que por varias horas, estuve trabajando en ello arduamente, mientras sentía que se me desintegraban los ojos de tanto estar al frente de la pc; hasta que gracias a Thor, su martillo y muchos litros de café, pude agraciadamente concluir. Tanto melodrama me hice por hacer esta interview y al final, no era tan terrible como pensaba que iba a ser.

PARANOIA

La fuerte lluvia no dejaba distinguir nada en el cielo cerrado y gris, mientras que el frio roció se colaba por las aberturas de los ventanales del balcón. En ese momento solo se vio una pequeña luz, perdida entre la tormenta.

Entre truenos que aturdían mis oídos y relámpagos que me enceguecían no podía dormirme, ya eran las dos menos cuarto de la madrugada. Lo único que me mantenía entretenido era esa lucecita que si no es por la sombra que lo acompañaba pensaría que es una estrella.

Una sombra totalmente inmóvil, ¿sería una persona?, ¿un mueble tal vez?, segundo a segundo crecía mi incertidumbre, junto a mi soldad de sábado por la noche.

La misteriosa mancha comenzó a desplazarse de un lado hacia otro, de izquierda a derecha como un cangrejo de mar, ante la duda mude mi cuerpo junto a mis frazadas y mi almohada al sillón que da al balcón, como si fuese nómade.

Desde ese entonces no me despegue ni un minuto de allí. Las preguntas comenzaban a aumentar ahora me interesaba por saber si seria ¿un hombre o mujer?, ¿su edad?, ¿Qué haría a esta hora levantado?, sabría que desde la cuadra de enfrente había alguien mirando paso a paso sus movimientos.

Esta soledad es una sensación de vacio tanto exterior como interior, como un barril sin fondo, como un callejón sin salida.

Esta sombra inusual ¿sabría lo que yo sentía?, ¿mis sentimientos?, ¿se notarían detrás de un simple ventanal?

De repente me percato que algo titilaba y llamaba la atención de mis ojos, e iluminaba la silenciosa habitación inundada de fría oscuridad. Claramente la ventana sobresalía en medio de la furiosa lluvia, ya no sospechaba del origen de la silueta, era una persona que esta encendiendo y apagando la luz de un velador de forma continuada.

Así comencé a hacer lo mismo con mi pequeña lámpara reforzada con cinta, cada tres luces el vecino contestaba con una. Eso significaba el interés del otro por saber que quería.

De esta manera comprendí que la misteriosa mancha era un anciano arrugado, pálido con cara de incertidumbre. Retome nuevamente el juego de luces, absurdo y sin sentido al fin pero era la manera de demostrar interés en el accionar del otro.

De pronto se suma otra sombra en movimiento que merodeaba al inofensivo abuelo como un león rodea a su presa. Se me ocurrió inmediatamente que quizás el señor se encntraba en peligro y es por esto que me destape, corrí hacia la puerta y baje a la entrada del edificio. Empecé a contar las ventanas y los pisos del edifico, eran interminables.

Empapado por la interminable tormenta, no sabía a dónde ir, que hacer. En ese instante lo menos inesperado ocurrió, se holló un ruido fuerte, indescriptible, claramente había sido un disparo, yo sin pensarlo volví al departamento, agarre mi celular y disque 911.

Al amanecer no quedaron huellas de la terrible noche en vela, las calles habían secado, la temperatura había aumentado, el sol lentamente se veía detrás de la torre Eiffel.

Los vecinos asombrados se asomaban sobre la cinta de peligro, preguntándose qué había ocurrido, interrogando a los policías sin recibir respuesta alguna. Lo peor de la noche no había dejado rastros de la soledad de una de las tantas personas de la ciudad de Paris, del mundo por que no.