PARANOIA

La fuerte lluvia no dejaba distinguir nada en el cielo cerrado y gris, mientras que el frio roció se colaba por las aberturas de los ventanales del balcón. En ese momento solo se vio una pequeña luz, perdida entre la tormenta.

Entre truenos que aturdían mis oídos y relámpagos que me enceguecían no podía dormirme, ya eran las dos menos cuarto de la madrugada. Lo único que me mantenía entretenido era esa lucecita que si no es por la sombra que lo acompañaba pensaría que es una estrella.

Una sombra totalmente inmóvil, ¿sería una persona?, ¿un mueble tal vez?, segundo a segundo crecía mi incertidumbre, junto a mi soldad de sábado por la noche.

La misteriosa mancha comenzó a desplazarse de un lado hacia otro, de izquierda a derecha como un cangrejo de mar, ante la duda mude mi cuerpo junto a mis frazadas y mi almohada al sillón que da al balcón, como si fuese nómade.

Desde ese entonces no me despegue ni un minuto de allí. Las preguntas comenzaban a aumentar ahora me interesaba por saber si seria ¿un hombre o mujer?, ¿su edad?, ¿Qué haría a esta hora levantado?, sabría que desde la cuadra de enfrente había alguien mirando paso a paso sus movimientos.

Esta soledad es una sensación de vacio tanto exterior como interior, como un barril sin fondo, como un callejón sin salida.

Esta sombra inusual ¿sabría lo que yo sentía?, ¿mis sentimientos?, ¿se notarían detrás de un simple ventanal?

De repente me percato que algo titilaba y llamaba la atención de mis ojos, e iluminaba la silenciosa habitación inundada de fría oscuridad. Claramente la ventana sobresalía en medio de la furiosa lluvia, ya no sospechaba del origen de la silueta, era una persona que esta encendiendo y apagando la luz de un velador de forma continuada.

Así comencé a hacer lo mismo con mi pequeña lámpara reforzada con cinta, cada tres luces el vecino contestaba con una. Eso significaba el interés del otro por saber que quería.

De esta manera comprendí que la misteriosa mancha era un anciano arrugado, pálido con cara de incertidumbre. Retome nuevamente el juego de luces, absurdo y sin sentido al fin pero era la manera de demostrar interés en el accionar del otro.

De pronto se suma otra sombra en movimiento que merodeaba al inofensivo abuelo como un león rodea a su presa. Se me ocurrió inmediatamente que quizás el señor se encntraba en peligro y es por esto que me destape, corrí hacia la puerta y baje a la entrada del edificio. Empecé a contar las ventanas y los pisos del edifico, eran interminables.

Empapado por la interminable tormenta, no sabía a dónde ir, que hacer. En ese instante lo menos inesperado ocurrió, se holló un ruido fuerte, indescriptible, claramente había sido un disparo, yo sin pensarlo volví al departamento, agarre mi celular y disque 911.

Al amanecer no quedaron huellas de la terrible noche en vela, las calles habían secado, la temperatura había aumentado, el sol lentamente se veía detrás de la torre Eiffel.

Los vecinos asombrados se asomaban sobre la cinta de peligro, preguntándose qué había ocurrido, interrogando a los policías sin recibir respuesta alguna. Lo peor de la noche no había dejado rastros de la soledad de una de las tantas personas de la ciudad de Paris, del mundo por que no.




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